Tras la pista del documental: entrevista con la realizadora caleña Melissa Saavedra Gil
Por Natalia Castro Gómez
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Melissa se crió en un universo en el que se mezclaba el olor del tabaco y las plantas dulces, la ausencia de sus padres y la compañía de su abuela, una brujita que sabía abrir los caminos y leer el porvenir. De pelo blanco, anteojos y vestidos amarillos, cada 31 de diciembre la abuela Betty preparaba una olla con numerosas plantas que vendía como baños de la suerte. Melissa, ocho años y el pelo embadurnado de manzanilla, jugaba por las calles del barrio Nueva Granada de Cali mientras veía desfilar a los visitantes que llegaban a su casa en busca del brebaje, aunque aún no podía saberlo, los secretos de bruja y la magia de las plantas se inscribirían en su memoria hasta encontrar el sortilegio de la imagen, mucho tiempo después.
Cuando su abuela murió Melissa tenía veintidós años, estudiaba sociología y vivía en el barrio San Antonio. Las tardes en la Cinemateca del Museo La Tertulia y el encuentro con los personajes cinéfilos de las calles caleñas, habían provocado la intersección y la fuga: del salón de clase a los espacios autónomos de aprendizaje y creación, de la investigación académica a las prácticas comunicativas, de las grandes estructuras a las historias mínimas, del eco de otros al encuentro con su voz. Entonces conoció a Charito, una yerbera de la galería Alameda que le permitió encontrar un espejo a través del cual contar su historia.
La constancia de los deseos y el llamado a hacer cine a partir de su trayectoria como investigadora social y activista en espacios de comunicación independientes, la llevaron hasta los cerros de Quito donde estudió la maestría en Antropología Visual de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales –FLACSO-. Así, entre las grabaciones para hacer su tesis, la pregunta por el cine feminista y la búsqueda de la imagen como sanación y catarsis, cosechó su opera prima El espacio me huele a hierbas (2014), un documental que emprende un viaje íntimo y poético por la memoria de su abuela mientras construye la genealogía de Charito y sus hijas; tres generaciones de mujeres unidas por la herencia de un saber familiar: el uso de plantas medicinales y mágicas.
La presencia de una ciudad tejida por historias de mujeres herbarias, el develamiento del dolor y la búsqueda de la memoria, hacen de este documental subjetivo un ejercicio de sanación y construcción de narraciones femeninas que se pregunta por el pasado familiar a la vez que cuestiona imaginarios inscritos en un orden social. Su creación representa la trayectoria de mujeres documentalistas provenientes de diversos espacios de formación académica y de videoactivismo, que irrumpen en el ámbito del cine documental local con una mirada intimista y personal que cuestiona los límites entre la ficción y no-ficción y rastrea cuestiones de la identidad, el género y la memoria en un contexto atravesado por complejas tramas económicas, sociales y políticas.
Esta entrevista busca trazar una hilada a la cartografía del documental realizado por mujeres en la ciudad de Cali; las preguntas por los itinerarios de búsqueda, decisiones narrativas, producción y difusión de El espacio me huele a hierbas, dan cuenta de los recorridos y experiencias de una documentalista que explora su universo interior para enfocar la mirada hacia problemáticas sociales de la ciudad y el país, al tiempo que se pregunta por la participación de las mujeres en el cine y las producciones que encontraron en el documental una herramienta clave para la exploración de mundos femeninos y la construcción de relatos propios. Entrevista con una documentalista bruja.
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El espacio me huele a hierbas (2014)(1): la hibridación como camino
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El documental nació entre el 2008 y 2009, cuando conocí a Charito en la galería Alameda. Un día encontré una convocatoria en Antropología Visual del ICANH (Instituto Colombiano de Antropología e Historia) y le propuse a Charito que hiciéramos un documental, ella aceptó y escribí el primer borrador de un proyecto que todavía estaba en pañales. La obsesión se mantuvo y en el 2010 realicé “Miradas de dos mundos”, el III Diplomado Internacional de Documental de Creación de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad del Valle y, aunque la idea comenzó a nutrirse con nuevos elementos, seguía estando muy escueta. Después, entre el 2012 y el 2014, viajé a Quito a realizar la maestría en Antropología Visual y Documental Antropológico de Facultad Latino Americana de Ciencias Sociales-FLACSO y logré que esa idea escueta tuviera una forma sólida, intimista y mucho más clara respecto a los deseos. Cuatro años después de haberla conocido, le dije a Charo que por fin podíamos iniciar las grabaciones.
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– ¿Cómo fue el proceso de elaborar un documental en el marco de una maestría?
Realicé el documental en el marco de mis estudios de maestría, pero fue una excusa para hacer algo que quería hace muchos años. Cuando comencé la maestría, tenía que elaborar un documento académico y me metí en la idea loca de hacer el documental buscando librar una lucha académica desde lo audiovisual. Pero la idea mutó y el documental que iba a hacer parte de mi tesis, fue tomando vida propia.
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– ¿Cómo fue esa mutación?
Propuse a la maestría que haría un diario de campo fílmico y comencé a grabar todo; mientras hacía la investigación iba sacando registro en video y a la vez relataba lo que habíamos filmado, así podía localizar el material que después usaba para escribir, inspirarme, ver la imagen, decir algo y a la vez ir creando un guión en mi cabeza. La tesis terminó siendo un ensayo fotográfico a través de capturas de las imágenes del documental con las que creé viñetas e historias fotográficas planteando la discusión de cómo el video no solamente puede ser utilizado en la investigación como imagen en movimiento, sino que puede generar otros formatos como la fotografía. El documental tenía una finalidad creativa y personal, la tesis tenía un orden académico y fue interesante hacer el trabajo paralelo de registrar todo de manera académica y, a la vez, ir pensando de forma creativa. El proceso fue permanente y los deseos también.
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– ¿Cómo fueron surgiendo las decisiones narrativas del documental?
Sabía que no quería usar una narración lineal, la estructura del material termina creándose a partir de episodios que abordan ejes con múltiples aristas, mientras el espectador activo también construye su historia. Yo intentaba reconstruir una historia de vida genealógica conformada por tres generaciones: la de Charo y sus dos hijas y fue muy loco ver que la protagonista y su familia, eran un reflejo directo de mi propia historia familiar; sus hijas están la disyuntiva que surge cuando heredás un saber familiar, en mi caso se trataba de la herencia del saber esotérico y místico de mi abuela, y para ellas el saber brujil y medicinal sobre el uso de las plantas a través de la yerbería. Es ver cómo los mundos y generaciones cambian, la teoría de los oficios tradicionales que empiezan a desvanecerse es mostrada en el documental no como algo que se desvanece sino que está en mutación, ellas tienen otra visión del negocio y el saber familiar y a mí me pasa lo mismo.
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– En el documental aparece la pregunta sobre tus antepasados de bruja
La pregunta era innegable, la crianza con mi abuela era eso: un mundo místico al cual no se le puede dar una explicación cien por ciento lógica; es ver que la gente tiene fe en lo místico y esotérico; la gente no solamente tiene fe en un dios, tiene fe en unos santos, tiene fe en unas imágenes, tiene fe en unos actos y unos rituales. Mi abuela tenía una vecina que yo decía: ¡Dios mío! Recuerdo que durante dos años fue todos los días a las seis de la tarde… muy loco. Eran cosas que no podían pasar desapercibidas, pero con Charo encontré un detonante; su historia, la de su mama y sus hijas representan tres generaciones de mujeres donde hay un saber que se transforma.
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– La presencia de la voz en Off crea un relato muy personal, con recursos estéticos y juegos de palabras que traspasan los cánones clásicos del documental
La presencia de la Voz en Off siempre fue una certeza, iba a evocar a mi abuela, y cómo evocarla sino a través de mis recuerdos. Por otra parte, en medio de esa construcción, las historias alrededor del mundo herbáreo eran ficciones; el origen de los nombres de plantas como la Mejorana, ayudan a ficcionar. Por eso, alrededor de la discusión sobre cuál es la línea entre la realidad y la ficción en el documental, pienso que las dos son maleables, son líneas que se mueven como ondas. También surgió el llamado a usar la metáfora, que tiene un gran poder narrativo y visual; por eso, cuando en el documental se plantea la pregunta sobre qué planta son Charo y cada una de sus hijas, me veo en la necesidad de buscar un recurso para que no aparecieran sus rostros sino un elemento que representara a la planta. Ahí emerge la metáfora: a través de cuadros, un recurso que puso a jugar el concepto de “una imagen de otra imagen”, es decir, el cuadro dentro del video.
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Narraciones feministas
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– ¿Este relato sobre mujeres herbarias tiene una intencionalidad feminista?
Cuando realicé el documental no estaba pensando si era o no un documental feminista, pero si estaba empezando un debate en mi trabajo académico a partir de las teorías fílmicas feministas para hablar del cine ensayo y la antropología visual vistos desde el feminismo. La genealogía y las plantas son referentes que encontré en el feminismo y en el proceso creativo hay muchas cosas en el campo visual que tienen conexión; el mundo que narraba era femenino, quería lograr una representación femenina en la parte estética y dar un lugar a las voces femeninas porque, a pesar de que mis parientes podían relatar a mi abuela, la persona que elegí para hacerlo fue una vecina. Puede ser feminista, claro, pero es necesario releer qué es un cine feminista hoy en día, hay muchas producciones y debates que se han dado en el mundo académico que también se dan en el terreno de la producción: ¿Un hombre grabaría lo mismo que una mujer elegiría grabar? ¿A qué se denomina cine feminista? ¿Es el cine realizado por mujeres, es el cine que nos interesa a las mujeres, es el cine realizado por mujeres que se consideran feministas? ¿Qué significan esos híbridos como el cine queer y el cine lesbofeminista? Siento que el reto para analizar las producciones de mujeres contemporáneas no tiene que ver con su inscripción en el feminismo, la pregunta debe ser desde qué posicionamiento de vida se están relatando las mujeres, qué narraciones y metáforas estamos usando para representarnos, cuáles son nuestras preguntas. Es necesario visibilizar cuáles son esas producciones feministas o hechas por mujeres.
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– Actualmente estás trabajando con los archivos del colectivo Cine Mujer, cuéntanos sobre esta experiencia
Estoy explorando la colección de Cine Mujer del Centro de Documentación de la Escuela de Estudios de Género de la Universidad Nacional donde se recopila la obra de este colectivo de mujeres que realizó películas de documental y ficción de diferentes duraciones y narrativas desde finales de los 70 hasta comienzos de los 90 y no han tenido una visibilizad a nivel nacional dentro de la historia del cine. A pesar de que existen investigaciones que abordan el cine de mujeres en Colombia considero que, más allá de que exista un libro que narre, hace falta una conciencia que posicione a las mujeres dentro de las labores del cine colombiano. Pero para hacerse la pregunta sobre el papel de las mujeres dentro de la industria cinematográfica, creo que hay que volver a la memoria, indagar cuáles eran esas representaciones que se hicieron en los años 70, 80 y 90 en el cine realizado por mujeres, con temáticas de mujeres y de mujeres feministas o que tenían una conciencia de género. Durante la investigación, me he dado cuenta de que la producción es mayoritariamente documental y creo que tiene que ver con el acceso.
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– ¿Cómo consideras que es ese acceso?
El documental ha permitido narrar lo que no se había narrado, por eso es un nicho ideal para las voces de las mujeres, el acceso al documental comienza por la misma realidad, lo inmediato, lo cotidiano, el documental ha sido la herramienta clave para iniciar la exploración de esos mundos femeninos.
Por otro lado hay factores de producción, los costos del documental, dependiendo de la producción que uno se proponga, son menores que los de la ficción, por más do it your self que sea tu película. La ficción ha sido una industria masculina donde las mujeres han tenido unos roles específicos dentro de la historia cinematográfica; las productoras con su gran capacidad de resolver situaciones, sonidistas, vestuaristas, directoras de arte y actrices. Es cierto que hay una apertura para que las mujeres se posicionen como realizadoras, pero existe una brecha, las mujeres siguen siendo ubicadas en labores consideradas femeninas y a la hora de dar un vuelco a esos roles no es tan fácil encontrar las redes para ingresar a una arena masculina. El cine caleño ha recibido muchos reconocimientos y es considerado un cine bien producido, con un pasado como Caliwood que es muy importante para el cine nacional y local, pero está bajo la sombra de unas masculinidades. Esto influye, no digo que sea un obstáculo, pero para las mujeres se vuelve una especie de lucha invisible porque los nuevos creadores se visibilizan más que las nuevas creadoras.
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– ¿Actualmente se están generando experiencias locales que permitan dar un vuelco a esta perspectiva?
Hace poco se realizó en Bogotá el Festival Artivismo al Borde con motivo de los quince años de la escuela audiovisual Mujeres al Borde, una experiencia que sus integrantes denominan como cine lesbotransgresor y desde abajo que constantemente itinera por América Latina; la propuesta es construir narrativas de la gente trans, lesbianas, homosexual y ese gran mundo queer, contar sus propias historias porque no tienen unos referentes cinematográficos cercanos para hacerlo. Se trata del debate sobre cómo me están narrando y cómo quiero ser narrada, y proponer mis propias narraciones que en el cine hegemónico están ausentes porque son distantes a mi realidad. Durante el festival quedó muy claro que los y las realizadoras no quieren ser representados como víctimas de un sistema y para eso se están narrando como comunidad a través de historias lindas y sanadoras que usan diversos dispositivos y juegan con la metáfora. También hay ejercicios colectivos para crear espacios de difusión, actualmente estamos realizando una muestra que se llama Historias Rudas de Mujeres Documentalistas en el Centro Cultural El Rehúso de Bogotá.
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Canales para la sanación
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– ¿Qué descubriste haciendo El espacio me huele a hierbas?
La exploración de la metáfora y buscar las conexiones con mi historia personal, eso fue muy importante. También fue importante el descubrimiento de la radio caleña, donde hablan de brujos y plantas. Descubrir cómo llegan los códigos a través de unos medios, en este caso la radio: Radio Eco, Radio Calima de la AM… re locos. En términos de producción fueron muy importantes las redes colaborativas; tuve la ayuda de varios amigos y amigas para conseguir los equipos, hacer cámara, sonido; algunos se conectaron con el mundo amateur, se involucraron y la mirada se expande a que todxs podemos ser amateur, se trata de medios pero también de otro tipo de redes. Después obtuve una beca que financió mi proyecto de maestría y eso facilitó la labor de realización.
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– ¿Cómo ha sido la circulación del documental, se han generado debates que te permitieran aprender de la experiencia?
El documental ha tenido varias presentaciones en Quito y Cali. La primera presentación se hizo en el 2014 en un centro auto gestionado que se llama La Casa, en el centro de Quito, donde ahora se encuentra la Escuela de Mujeres de Frente. La segunda fue una muestra muy pequeña en la Escuela para la Paz de Jaqué, el Darién panameño, en el marco de un proyecto en el que participo que se llama Hacia el Litoral Acción Colectiva. Allí, el documental sirvió de puente para que la comunidad viera un ejercicio documental que rastreaba la pregunta por el mundo herbario y permitió que hablaran sobre las prácticas de sus antepasados.
La tercera muestra fue a finales del 2014 en la Cinemateca La Tertulia, yo tenía mucha expectativa porque era la primera presentación local del documental y esperábamos la presencia de Charito. Ella se sentía insegura porque nunca había visto el documental y creo que le asustó un poco exponerse en un espacio tan formal y masivo y no asistió. El público se mostró muy susceptible al documental, fue muy loco porque después de la función, mucha gente fue al puesto de la Galería Alameda a buscar a Charo y alguien le dijo que su ausencia había dejado un vacío en la muestra. Al ser reconocida por su oficio, ella se empoderó y tomó la decisión de ir a la próxima función que se realizó en mayo de 2015 en La Milpa, un huerto urbano en el barrio San Antonio. Allí, Charito y su hija María Fernanda se vieron por primera vez en el documental, Charo ya estaba convencida de la necesidad de estar presente y habló sobre las plantas como medicina; surgieron debates en el público sobre las farmacéuticas y sobre si hay o no necesidad de que las yerberas deban ser certificadas por las instituciones de salud. Fue muy interesante, el público reconoció los saberes de Charo y a la vez pudimos hablar sobre el proceso de la película, cuáles son las percepciones de quienes están siendo representados, como se sintieron Charo y sus hijas al ser seguidas y registradas por una cámara para después ser vistas por otras personas. Contaron sus sentimientos, que era algo de lo que no habíamos hablado.
La siguiente muestra fue en septiembre de ese mismo año en la Cinemateca de la Universidad del Valle, después de tener que suspender la primera fecha porque había tropel en la universidad. El auditorio se llenó y el conversatorio fue muy interesante porque abordamos el tema del relato y mi posición como realizadora, la gente hacía alusión a la importancia de abandonar la vergüenza sobre nuestros pasados, vencer el miedo a hablar sobre lo que supuestamente es innombrable, de lo que supuestamente no se puede decir y subvertir esa dinámica social de decir la verdad a medias de la que hablo en el documental. A través de su oficio, el realizador puede abordar esos temas innombrables. Fue muy conmovedor. El huerto Semillas de Libertad donó unas plantas que dimos a quienes participaron en el conversatorio.
La siguiente muestra se realizó en el marco del Congreso de Ciencias Sociales de la FLACSO en Quito que, además de contar con las clásicas mesas académicas, tuvo una programación audiovisual. La conversación giró en torno a cómo se llega a un documental a la par que se construye un ejercicio de investigación; la voz del cientista social, la reflexión por los métodos y sobre cómo las ciencias sociales olvidan la metáfora como un detonante muy importante dentro de la narración actual y cómo pueden subvertirse las divisiones de las disciplinas, tender puentes entre el arte y la investigación. Cada público es diferente.
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– ¿Cómo estás difundiendo hoy tu documental?
La difusión desgasta y tenés que saber cuándo querés que tú obra viva por sí sola, por eso hice el ejercicio de liberar el documental en la Web para que pueda ser visto en cualquier parte. La última muestra se hizo en un evento que se llama Urbanarte, en Palmira, ellos presentaron el documental que está colgado en Vimeo. El espacio me huele a hierbas es un ejercicio súper humilde y pequeño, una reunión de complicidades del presente cercano y del presente más distante en otras latitudes, que pueden verlo si está libre. Además, esa liberación permite enfocarse en otros proyectos.
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– ¿Qué proyectos estás llevando a cabo?
Ahora estoy haciendo la investigación para un documental que se llama Heridas y cicatrices, un acercamiento a la década del 85 y 95, época del auge del narcotráfico en Cali, durante la cual asesinaron a mis padres. Quiero explorar la historia de otro tipo de personas que hayan vivido experiencias similares en esa época para poder narrar mi experiencia, me interesa hacer un relato íntimo, como en El espacio me huele a hierbas, pero a la vez, enlazarlo con la historia de los otros. La idea también es generar una reflexión sobre qué significa ser víctima; ahora que estamos en un momento donde se habla tanto del pos conflicto en Colombina y hay unas reflexiones que tienen que ver con la paz y la guerra, siento que ha faltado investigación y realización audiovisual local sobre qué pasó en ese momento histórico en la ciudad de Cali, donde también hay unas víctimas, pero no han sido discutidas. Esta es una pregunta que me genera inquietudes y me mueve a indagar, además porque es una deuda conmigo, hablando del cine como forma de catarsis, sanación y recuperación. Quiero establecer la narrativa de mi propia familia mientras construyo un relato colectivo, un collage de memorias y ciudad.
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– ¿Crees que la experiencia de realizar el documental aportó en tu proceso de sanación personal?
Sí, sanación y catarsis, escrita y audiovisual… a través de mi voz y la evocación de un pasado que tiene pasajes bellos y espinosos. El develamiento de lo que te duele es duro. Vos podes develar lindos momentos de tu intimidad, pero el develamiento del dolor es otra cosa. A nivel discursivo, en la academia es el investigador quien decide transparentarse y ser reflexivo, o no. En el audiovisual se trata de qué me querés mostrar de tu mundo y qué no me querés mostrar de tu mundo, vas a tener que decidir cómo contar tu historia, si te inmiscuís con tu voz y universo subjetivo o decidís contar la historia de otras personas. Es tu decisión. Para mí fue un proceso sanar, volver al pasado y preguntar sobre temas familiares complicados después de rupturas económicas y muertes, el pasado es una cajita de pandora y es muy fuerte exponer tus procesos de sanación.
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Natalia Castro Gómez
Historiadora de la Universidad del Valle, integrante de la colectiva Féminas Festivas. Actualmente reside en Buenos Aires, donde realiza el documental Entre el cielo y la tierra; historia de vida de Gilda Colman, una de las personas que más tiempo han vivido con VIH en Argentina, activista por los derechos de las personas con VIH y usuaria de cannabis medicinal; tesis de grado de la maestría Periodismo Documental de la Universidad Nacional Tres de Febrero.
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1 El espacio me huele a hierbas: https://vimeo.com/127980654