Por Luisa González
Comité Editorial Revista Visaje
[textmarker color=»F76B00″ type=»background color»]RESEÑA[/textmarker]

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Fotografías: cortesía de Burning Blue

Cuando vi Refugiado (2015) y La Mirada Invisible (2010) las dos últimas películas realizadas por el argentino Diego Lerman, me causó un gran interés el rol que tiene la violencia contra la mujer en sus tramas, así como la importancia de los espacios, llevándolos casi que a convertirse en personajes. Lerman nos plantea con esos dos elementos principales un cine sobre la ruptura o colapso de la institución familiar y escolar con bases en el patriarcado.

En La Mirada Invisible somos llevados a Argentina durante la guerra de las Malvinas (1982), suceso que sólo se representa como un humor en el ambiente del Colegio Nacional de Buenos Aires, la institución educativa más antigua del país, en la que Lerman nos inserta a través de unos exquisitos planos donde lo espacial empieza a tomar protagonismo.

El espacio es un colegio ultra conservador donde se han educado los grandes hombres y mujeres de la casta sociedad argentina. Una especie de reclusorio de la clase alta donde los placeres y las expresiones serán reprimidos, medidos y controlados. En ese gran colegio-cárcel trabaja una joven profesora que está muy involucrada con su trabajo; ella es quizás producto de ese mismo sistema que la obliga a ser un ejemplo pulcritud. María Teresa, la profesora, empieza a sentir una extraña atracción por uno de sus estudiantes, a la par que construye una cercanía con el rector del colegio – un hombre de unos cincuenta años – ganando su simpatía y atención al decirle que debe seguir a un grupo de jóvenes – entre ellos uno que la intriga – porque cree que están fumando.

No sabemos que pasa por la mente de María Teresa, ni del estudiante, ni del rector. Son sus recorridos y acciones en el espacio los que nos indicarán las posibilidades de su psiquis. La profesora se esconde en el baño de hombres para “descubrir quién fuma”; el rector lleva a María Teresa a su lugar oculto en el colegio, una terraza desde la cual observar el cielo; el joven estudiante mira a la profesora desde la última fila, sus miradas se cruzan y es inmune a los castigos represivos que María Teresa sí ejerce contra los demás pupilos.

A pesar de ser el estudiante quien es llevado al colegio para ser reprimido y con ello formado dentro de una sociedad muy específica, es realmente María Teresa quien sufre la represión más profunda de este lugar, pues la represión nace de ella misma; es la mujer que ordena todo y que para mantener ese estatus quo ha tenido que hacerse de piedra. Una piedra que ha empezado a agrietarse al sentir el deseo carnal por su alumno, dando así paso a desestabilizar el sistema, la institución, la cual no dudará en reprimirla al darse cuenta de su acto. La violación del rector viene al final como el acto de castración supremo a la sexualidad de María Teresa, quien en una acción inesperada sacará de su bolso una pequeña cuchilla para la cejas y con ella le cortará la garganta a ese hombre que se ha hecho monstruoso (monstruosidad que más adelante Lerman utilizará en Refugiado). Tras el asesinato, que fue su acto de liberación del sistema castrador, María Teresa sale por fin del colegio atravesando el inmenso patio, ahora ya desprovista de su inmaculada figura de piedra; ha sido devorada y vomitada por el monstruo.

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Detrás de cámaras Refugiado (Lerman, 2015)
Detrás de cámaras Refugiado (Lerman, 2015)

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La última película de Diego Lerman, lanzada a finales del 2015, fue una co-producción entre la productora colombiana Burning Blue y Campo Cine, productora fundada por el mismo Lerman en el 2009. Refugiado es su cuarto largometraje y el segundo en tener esta curiosidad de representar a la mujer violentada y el protagonismo de lo espacial, y con ellos la ruptura de la institución.

En Refugiado el espacio se teje en recorridos entre la casa y la calle como un laberinto a través del cual una mujer huye de su marido maltratador, con su pequeño hijo de la mano. Al final sólo el retiro de ese espacio urbano será el final de la persecución. Aquí la figura masculina que Lermar nos planteaba ya en La Mirada Invisible como un sujeto guiado por sus pasiones sexuales y de poder, aparece completamente desdibujado, no tiene ninguna aparición física en el film, haciéndolo con ello incluso más terrorífico. El hombre maltratador se convierte en una sombra, en un monstruo que en cualquier momento puede encontrarse en el laberinto a la mujer y al hijo para raptarlos de nuevo a su mundo de represión y violencia.

El monstruo masculino marcado por su falta de apariencia física, me parece el logro más destacado de este film, y algo que ya el director argentino venía construyendo con su trabajo anterior: el patriarcado violento y represivo no pertenece ni existe únicamente a través del sujeto “hombre”, existe también a través de toda una sociedad que lo alimenta a través de sus instituciones y sus reglas, a las que una comunidad – familia, colegio, ciudad – decide someterse. Por eso en Refugiado, al no darle un carácter físico al padre maltratador, le permite viajar y tener una omnipresencia; entre llamadas contestadas por equivocación o porque no se tuvo la suficiente fuerza de resistir ante el incesante timbre del teléfono, a la recepcionista del hotel que ha pesar del pedido de no avisar que la madre y el hijo se alojaban ahí, cede ante un ramo de flores y su creencia de un hombre romántico y arrepentido.

Así es como de nuevo la mujer no es sólo una víctima en las películas de Lerman, ella es también portadora del mal, y la principal promotora de su libertad. En conversación con el director, Lerman señala que no pretende seguir una línea autoral en sus películas. Que todas han ocurrido por razones muy distintas. La Mirada Invisible, se realizó con el deseo de adaptar Ciencias Morales de Martín Kohan, y luego de ésta pensaba hacer una comedia, pues quería un cambio radical. Pero Refugiado se le paró frente a la puerta de Campo Cine, su productora, cuando un hombre le pegó varios tiros a su ex-mujer, justamente ahí. La mujer milagrosamente se salvó, y empezó así su nuevo proyecto que se apoyó de muchos testimonios de mujeres maltratadas a través de una ONG, visitas a los refugios, etc. Un trabajo de más de dos años investigando la violencia de género, con lo que según Lerman comenta, sintió que podía hacer una historia contada a través del niño que huye con su madre.

Para su quinta película Diego Lerman, nos comenta que si para Refugiado el tema era la destrucción de una familia, en la siguiente el tema es la construcción de una. Una mujer que se mete en el mundo de la adopción ilegal, a través del cual indagará en cuestiones de clase, la maternidad y la ausencia de Estado.

Inevitable fue no preguntarle a Lerman por su insistencia en personajes principales femeninos, a lo cual el director insistió en que sus películas no pretenden ser vistas como una unidad autoral, pues tiene también guiones donde hay personajes principales masculinos. Sin embargo aludió esta insistencia a un interés en la complejidad de la mujer, que le atrae para sus películas.

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Detrás de cámaras: Refuagiado (Lerman, 2015)
Detrás de cámaras: Refuagiado (Lerman, 2015)

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Luisa Gonzalez 
Directora de la Cinemateca de la Universidad del Valle y coordinadora del proyecto Revista Visaje. Mi trabajo personal en el cine, el arte y la escritura es motivado y referido a los conflictos personales, a la mirada del yo en contextos que mi propia vida va afrontando.

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